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Indígenas, aborígenes o pueblos originarios

cueva de las manos

Existieron cinco culturas indígenas en la región: diaguitas, omaguacas (humahuacas), atacamas, chiriguanos y lule–vilelas.

La cultura diaguito–calchaquí es la más representativa de los antiguos habitantes indígenas del Noroeste argentino, y conforma la más compleja y numerosa de las poblaciones.
Este grupo está integrado por tres entidades distintas, que se suelen conocer como: pulares, en el Valle de Salta; calchaquíes, en los valles de Calchaquí y Yocavil –Salta–, en Tucumán y Catamarca; y diaguitas, en zonas de La Rioja. Sus componentes eran racialmente andinos. Todas ellas tenían en común la lengua “caca” o “cacán”.
La cultura diaguita fue guerrera; hecho demostrado a la llegada de los españoles, cuando opusieron una feroz resistencia, quizá la más fuerte. El instrumental bélico era muy variado y la guerra contra el español asumió las características de un fenómeno integral en el que participó la comunidad entera.

Después de largo tiempo, de siglos de luchas y silencios, los aborígenes de la Argentina están comenzando a recuperar el lugar y el derecho que les corresponde como pueblos originarios, es decir aquellos que habitaban el país antes de la colonización española. Uno de los hitos más recientes de esta historia es la incorporación en la Constitución Nacional (reforma de 1994) de un artículo que reconoce la preexistencia de los pueblos indígenas en el país, su derecho a la tierra, la propia identidad, educación, lengua y cultura. Si bien el artículo no forma parte del capítulo «Derechos y Garantías», por la profundidad de este reconocimiento la presencia de los pueblos indígenas en el libro donde los argentinos establecemos nuestro modelo de país significa un logro fundamental.

Hace más de 500 años, cuando los españoles llegaron a América, la habitaban numerosos pueblos, en todas las regiones del continente: desde las mesetas áridas hasta la selva tropical, desde las punas y valles hasta las costas de mares y ríos. No eran iguales entre sí, no poseían la misma lengua ni la misma organización social, cultural, tecnología o modos de pensar.

Sin embargo, los españoles los denominaron a todos de una misma manera: indios. Con esta palabra se los consideró iguales entre sí, homogéneos, por encima de las diferencias. Su equivalencia se planteaba teniendo en cuenta sólo una única característica: no ser europeos; y se combinó con una idea principal: para los españoles, los no europeos eran seres inferiores. Los indios, entonces, fueron considerados iguales entre sí, e inferiores a aquellos que venían del Viejo Continente.

Este argumento de inferioridad de los pueblos originarios de América dio pie para justificar su colonización, que incluyó uno de los mayores genocidios que conoce la historia.

Muchos aborígenes prefieren ser llamados pueblos originarios. La denominación pueblo señala que los aborígenes no son una clase diferente de seres humanos, ni inferiores ni superiores a las personas de otros pueblos, como el pueblo argentino, por ejemplo. Originarios alude a que estos pueblos vivían antes en estas tierras; sus abuelos y los abuelos de sus abuelos nacieron en el mismo territorio que fue conquistado por los europeos, y que ahora forma parte del territorio nacional.

Luego de la violencia militar, la explotación económica y la introducción de enfermedades nuevas por parte de los europeos, la población fue diezmada, las comunidades divididas, las identidades saqueadas y las tierras ocupadas.

pueblos originarios

En lo que hoy es la Argentina, se calcula que vivían alrededor de 500.000 personas, de unos 30 pueblos diferentes, a la llegada de los españoles. Las últimas informaciones indican que en la actualidad hay más de 300.000, quizá 500.000 personas en todo el país pertenecientes a pueblos originarios. Pero no hay una real precisión sobre cuántos son los aborígenes que habitan en nuestro país.

Vía: colección