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Ley de obesidad

La Organización Mundial de la Salud (OMS), definió a la obesidad como la enfermedad no epidémica no transmisible de mayor peso en el mundo; y la clasificó como el quinto factor de riesgo de defunción. Cada año fallecen 2,8 millones de personas a nivel mundial a causa del sobrepeso y la obesidad.

En agosto del 2008 se sancionó en Argentina la ley número 26.396, más conocida como Ley de obesidad. Según expertos, uno de los puntos más importantes que establece, es que la obesidad es una enfermedad y un problema de salud pública, sujeta a políticas de gobierno. Esta ley implica que los tratamientos para bajar de peso estén incluidos en el Programa Médico Obligatorio (PMO); lo cual significa que el sistema de salud público, las obras sociales, las mutuales y las empresas de medicina prepaga, tienen que hacerse cargo de los mismos.

Dentro del alcance que tendrá la cobertura, se establece que aquellas personas con un índice de masa corporal (IMC) de 30 o más, que padezcan además por lo menos una enfermedad asociada (diabetes, hipertensión, dislipemia, insuficiencia respiratoria o cáncer de mama postmenopáusica), tendrán derecho a recibir atención profesional a cargo de un equipo interdisciplinario especialista en obesidad y los medicamentos específicos. Además, aquellas personas con un IMC de 40 o más, podrán acceder a la cobertura de los procedimientos quirúrgicos: banda gástrica ajustable y bypass gástrico.

Aunque existen muchos métodos para bajar de peso, las estadísticas médicas indican que entre el 70-75 % de los pacientes que recurren a dietas vuelven a recuperar su peso, o incluso más, en un período de dos años. Ante esto, las cirugías se presentan como una opción eficaz y perdurable en el tiempo.

Argentina es el primer país en tener esta ley, que obliga a los gobiernos en sus distintas jurisdicciones a crear servicios y estructuras adecuadas, y a todas las entidades públicas y privadas a atender a las personas que padecen esta enfermedad.

Esta ley, considera a todos aquellos trastornos alimenticios (obesidad, bulimia y anorexia) y enfermedades que la reglamentación considere que estén relacionadas con formas de ingesta alimenticia inadecuadas. Si bien no hay cifras oficiales en el país sobre casos de bulimia y anorexia, se sabe que Argentina se ubica en segundo lugar, después de Japón, en cuanto a incidencia de estos trastornos.

La ley incluye en su totalidad, la prevención y el control de los trastornos alimenticios, la investigación de los agentes causantes, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades vinculadas, asistencia integral y rehabilitación, envolviendo sus patologías derivadas y las medidas tendientes a evitar su propagación.

La intención de la ley de obesidad es promover conductas nutricionales saludables, especialmente entre los niños y adolescentes. Para ello en los kioscos de las escuelas deberán ofrecerse productos saludables y variados, y deberán estar debidamente exhibidos. A su vez, se tomaron medidas con el objetivo de que las publicidades y diseñadores de moda no utilicen la extrema delgadez como símbolo de belleza y salud.

Por otro lado, la ley obliga a que la promoción de alimentos de alto contenido calórico y pobres en nutrientes deberá contener la leyenda: “El consumo excesivo es perjudicial para la salud”. Y también prohíbe la difusión de dietas y métodos para adelgazar que no conlleven el aval de un médico y/o licenciado en nutrición.

Entre las acciones a realizarse se incluyen, la promoción de la participación de organizaciones no gubernamentales, y el desarrollo de actividades de difusión televisiva, radial y gráfica dirigida a la población en general y a grupos de riesgos en particular. Contemplando programas tendientes a combatir la discriminación de quienes padecen obesidad; por ejemplo la modificación de los talles de ropa de marca incluyendo talles grandes y especiales, la modificación de los asientos de colectivos, aviones cines y teatros, entre otros.

La ley de obesidad es el primer paso para la erradicación de los trastornos alimenticios; pero no debemos quedarnos con eso. Para generar un cambio verdadero, hay que atacar los cimientos sobre los que se forjó una cultura que está sumamente arraigada. Si bien hoy por hoy se ve una mayor orientación a una vida sana, debe reeducarse a las personas para que el día de mañana elijan como modo de vida la comida saludable y el ejercicio diario. De nada sirven las dietas y los tratamientos quirúrgicos, si no vienen acompañados de un cambio de hábitos que nos permitan sostener las mejoras conseguidas con lo anterior. Está buenísimo que aquellas personas con obesidad puedan ponerse ropa de marca e ir a los cines, al fin y al cabo es un derecho que deberíamos tener todos, pero también estaría genial que puedan recibir orientación y educación que les permita mejorar su forma de vida. Basta de la modelo súper flaca y los estereotipos 60-90-60, aceptemos que hoy por hoy la mujer viene con más formas y dejemos de trastornar a las adolescentes que tienen unos kilos de más. La Barbie y el Ken no existen! No son naturales. Dejemos de fomentar la perfección y empecemos a orientarnos a la vida saludable. Apoyemos la ley de obesidad con un cambio cultural. No es fácil y no es ya. Los cambios tienen que ser lentos para que podamos mantenerlos en el tiempo. Elijamos caminar para hacer los mandados y comer frutas y verduras a diario. La ley ya está sancionada y los cambios en las entidades públicas y privadas de salud se darán tarde o temprano; es tiempo de que nosotros empecemos a cuidar nuestro cuerpo de una forma saludable. El cambio está en cada uno de nosotros.