Los estrógenos son hormonas femeninas que se encuentran en diferentes niveles de concentración según en que parte del ciclo menstrual se encuentre la mujer. Comienzan a producirse durante la pubertad y tienen múltiples funciones.
Con respecto a su función en el ciclo reproductivo actúan sobre el útero y lo preparar para anidar un embrión cada mes. Son responsables de que se generen los caracteres sexuales secundarios en la mujer como son el desarrollo de las mamas o la aparición de vello en la zona del pubis. Es la hormona encargada de incrementar el deseo sexual, por eso es que en el período cercano a la ovulación (expulsión de un óvulo desde el ovario para que se encuentre con un espermatozoide produciéndose así la fecundación) en el que hay un pico de estrógenos (una elevación súbita de estrógenos en sangre) la libido se encuentra incrementada, en concordancia con la posibilidad de procrear en este período. Además favorecen la pigmentación de determinadas áreas como pezones y genitales.
Estas hormonas también tienen funciones que no tienen que ver con lo sexual. Es así que intervienen en el metabolismo de las grasas, favoreciendo la típica redistribución de la grasa en la mujer que predomina en la zona de la cadera y las mamas. También interfiere en el metabolismo del colesterol manteniendo sus niveles bajos y favoreciendo la producción del vulgarmente llamado «colesterol bueno» o científicamente HDL-colesterol.
También están implicados en la protección del hueso contra la erosión producida por otras hormonas como la paratiroidea, por eso es que las mujeres en la menopausia, etapa en la que se produce un marcado déficit de estrógenos, tienen más chances de padecer osteopenia u osteoporosis y en consecuencia fracturas patológicas.
Y como si esto fuera poco, los estrógenos también están presentes cuando de cambios de humor y emociones se trata. Una disminución de los mismos puede provocar depresión e irritabilidad. ¡Qué increíble puede llegar a ser el cuerpo humano!