Un proceso se considera reversible cuando su sentido puede invertirse en cada punto mediante un cambio infinitesimal en las condiciones externas. Esta consideración se realiza en la termodinámica para simplificar los cálculos.
Todos los procesos que se realizan con sustancias reales durante un tiempo finito, presentan en cierta medida efectos disipativos de una u otra clase; y por consiguiente, son irreversibles. Pero es posible imaginar procesos libres de efectos disipativos y que puedan considerar como reversibles.
En general, un proceso se puede considerar reversible cuando la fuerza impulsora neta es de tamaño diferencial. Así, por ejemplo, el calor se transfiere reversiblemente cuando fluye de un objeto finito a la temperatura T hacia otro objeto semejante a la temperatura T – dT.
Entonces en un proceso reversible no puede haber fricción, nunca se modifica su estado de equilibrio en más de un diferencial y recorre una sucesión de estados en equilibrio. La fuerza impulsora tendrá una magnitud diferencial y su sentido puede revertirse en cualquier punto por un cambio diferencial en las condiciones externas, ocasionando que el proceso recorra la trayectoria anterior en sentido contrario y permitiendo restaurar el estado inicial del sistema y los alrededores. El proceso reversible es ideal y nunca se puede realizar totalmente; representa el límite del funcionamiento de un proceso real.