A continuación redactaremos aspectos relevantes de la biografía de San Francisco de Asís, un místico y religioso italiano que fundó la orden franciscana. Veamos un poco más.
San-Francisco-de-Asís
Giovanni di Pietro Bernardone
Casi sin intenciones de que así fuera, San Francisco se convirtió en líder de un movimiento de renovación cristiana que fijó sus redes en el amor de Dios, la pobreza y la fraternidad. Las clases populares lo apoyaron considerablemente y así fue como se convirtió en una de las figuras más importantes de la Edad Media. Más allá de las manifestaciones espirituales y creencias cristianas, hoy su imagen es venerada en lo más alto de la historia religiosa.
Francisco de Asís era un nombre que, ya siendo él muy chico, resonaba en la sociedad italiana por ser hijo del rico mercader Pietro di Bernardone. Ayudaba a su padre en el comercio de paños, poniendo allí de manifiesto sus dotes de inteligencia y afición a la elegancia y la caballería.
En el año 1202, Francisco de Asís fue encarcelado por participar en un altercado entre Asís y Perugia, dos ciudades de la alta Italia. En la soledad del cautiverio y tras la convalecencia de la enfermedad que sufrió al haber vuelto a tierra, Francisco de Asís decidió iniciarse en la maduración espiritual.
Para 1206, el joven tuvo su primera visión: oyó, ante una imagen de Cristo, una voz que le hablaba en el silencio de aquella situación:
Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina.
Habiendo oído esto, se dirigió rápidamente a su casa paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Feligno; el dinero recaudado no tardó en otorgárselo al sacerdote de San Damián para la restauración de aquel templo.
Esta acción realizada por Francisco desató la furia de su padre, quien vio en el joven un ciego cuidado en el patrimonio familiar que tanto le costó llevar adelante. Fue por ello que llevó a su hijo con el obispo de Asís con el objetivo que renunciara de manera formal a cualquier herencia que pudiera llegar a tocarle el día de mañana. Fue en ese momento donde Francisco de Asís renunció, por amor de Dios, a cualquier bien terrenal.
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Al cumplir 25 años de edad, sin ningún beneficio económico, San Francisco de Asís abandonó su ciudad natal para dirigirse a Gubbio, donde brindó servicios en un hospital de leprosos. Al regresar a su ciudad natal, se dedicó a restaurar con sus propias fuerzas (y algo de ayuda) las iglesias San Damián, San Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Aún así, atravesó años de soledad y oración en busca de algo que diera un giro en su vida.
En el año 1209, mientras escuchaba la lectura del Evangelio en la pequeña iglesia de la Porciúncula, tuvo otra visión: escuchó una voz que le indicaba que saliera al mundo a hacer el bien. Y fue así como comenzó a predicar la pobreza como un valor, proponiendo modos de vida sencillos pero basados siempre en los ideales postulados en el Evangelio.
Para 1210, el papa Inocencio III recibió a Francisco y algunos de sus compañeros, a quien le concedió el permiso para predicar y rápidamente lo ordenó diácono.
El tiempo mismo lo llevó a aumentar su número de adeptos y así fue como logró formar una orden religiosa, la cual conocemos en nuestros días como «de los franciscanos». También logró llevar adelante, con la ayuda de Santa Clara, una rama femenina de la orden, las «Damas Pobres», conocidas más bien como las clarisas.
Para 1215 la congregación franciscana ya se había extendido por Italia, Francia y España. San Francisco de Asís trató de llevar, durante todos esos años, la evangelización más allá de las tierras cristianas, aunque sus viajes a Siria y Marruecos se frustraron. Finalmente, entre 1219 y 1220, predicó en Siria y Egipto.
Tras regresar a su país natal y por pedido del papa Honorio III, compiló por escrito las reglas franciscanas y entregó la dirección de la comunidad a Pedro Cattani. Así fue como San Francisco fue retirándose recibiendo los estigmas propios de la religión: tras un largo período de ayuno y oración, todo ello ocurrió en 1224 junto a los ríos Tíber y Arno.
San Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de 1226. En 1228, fue canonizado por el papa Gregorio IX, que colocó la primera piedra de la iglesia de Asís dedicada al santo. El día de la festividad de San Francisco de Asís se celebra cada 4 de octubre.