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Breve historia de la dinamita

Nacido en Estocolmo, Suiza en 1833, Alfred Bernhard Nobel, estudió química en Estocolmo y San Petersburgo, además de formarse en Rusia y Estados Unidos. Luego de sus estudios, se unió al negocio familiar, el cual consistía en la fabricación de explosivos, donde trabajó en este campo y también en el de la explotación de yacimientos petrolíferos. 

 En 1864, cinco personas mueren, a causa de una explosión de nitroglicerina, incluyendo a su hermano pequeño, razón por la cual se concentró en la labor de conseguir un método para manipular con seguridad la nitroglicerina, el explosivo más utilizado a mediados del siglo XIX, cuyo difícil manejo y sensibilidad a los golpes provocaba a menudo graves accidentes.

En 1867 Nobel logró fabricar la dinamita, mezclando nitroglicerina con un material absorbente (la tierra de diatomeas), con lo que obtuvo un polvo que podía ser percutido e incluso quemado al aire libre sin que explotara, logrando esto sólo cuando se utilizaba detonadores químicos o eléctricos. De este modo nace la dinamita, un explosivo estable y manejable.

Este novedoso invento, reemplazó a la nitroglicerina en aplicaciones de demolición y minería. La dinamita es químicamente más inerte que la nitroglicerina pura, lo que hace posible su almacenamiento seguro, aunque sólo a medio plazo, ya que con el paso del tiempo y con una temperatura de más de 30 °C la nitroglicerina se escurre del dióxido de silicio y la dinamita «suda» nitroglicerina, que se concentra en gotas muy sensibles al movimiento, al calor y a la descomposición química en productos químicos más inestables.

Tareas del mundo de la construcción y la minería sufrieron grandes avances, gracias al invento de la dinamita, así como también fue de gran utilidad en la fabricación de explosivos.

Finalmente el 15 de julio de 1864, Alfred Nobel patenta la dinamita, para fallecer más tarde en San Remo Italia, cuando dirigía fábricas de explosivos en diversas partes del mundo en 1896.