Como buen fanático de la literatura juvenil que soy, le estuve esquivando por un buen rato a la lectura de «Maze Runner», el primer libro que James Dashner escribió, hasta que finalmente me lo devoré y así con a consecuentes secuelas. La verdad es que la primera impresión no fue mala. Claramente la historia es demasiado fina y muy fácil de caer en errores de conceptos y de continuación de la trama (cosa que para mi también posee «Los Juegos del Hambre», porque pese a que la historia tendrá todo su impacto inicial, carece de estructura como para tener dos continuaciones), pero el libro te iba arrastrando con él de forma irremediable hasta que llegabas al inevitable final, cosa que no cualquiera puede lograr hoy en día, salvo una que otra novela de Dan Brown.
La gran aceptación del libro en EEUU y (sorpresivamente) en Latinoamérica ha hecho que tuviera su merecida adaptación al cine, ya que tenía todos los elementos necesarios para ser un triunfo probable: un buen escenario épico, una historia misteriosa que atrapaba y un grupo de jóvenes atrapados sin salida.
No es la idea de esta nota embarcarme en la trama, pero en resumen, se trata sobre un adolescente (Thomas) que se encuentra en una extraña Área rodeada de un laberinto sin recordar cómo llegó a allí, qué es lo que tiene que hacer y mucho menos sobre su vida pasada antes de encontrarse en ese extraño lugar. Ante semejante premisa, el primer acierto de Dashner fue generar un misterio tal que nos obliga a leer el libro, o, en la escala que se está manejando ahora, nos obliga ir al cine para ver cuál es la vuelta de tuerca de esa extraña historia.
Así, el film en cuestión en líneas generales cumple con las expectativas: una historia «diferente» y atrapante, efectos visuales espectaculares (el Laberinto la verdad es que está muy bien hecho, te vuela la cabeza), y un final abierto que te dan ganas de ir a ver la secuela. Después, sí, se pueden hacer algunos retoques generales.
La trama es el gran punto débil de la película, pero eso es en parte por el libro en cuestión que les tocó adaptar. Seguramente si viste el film se te ocurrieron miles de ideas que puedan contradecir a algunos sucesos contextuales, o también te puede haber pasado justificaciones que daban te parecían descabelladas. A todo les pasó. Ahora sí: los diálogos eran un poco antinaturales (de hecho, hay repeticiones de frases en menos de 5 minutos que te llaman la atención). las cosas sucedían con demasiada velocidad y apenas se podía entender lo que veías (reconozco, de nuevo, que en parte es el culpa del libro, cuyos tiempos de esas características se manejan mucho mejor y favorecen a la historia). Más allá de esos detalles (y a los cambios abruptos con respecto al libro que había, los fanáticos sabrán de qué hablo), la historia en general estuvo muy bien, y por supuesto que es mejor que otras películas basadas en libros para adolescentes que están dando vueltas.
La dirección y la actuación también merecen puntos a destacar. Wes Ball se calza los zapatos de la dirección y se la juega con este megaproyecto que estoy seguro le ha causado algunos dolores de cabeza. Aún así, logró un buen resultado. Se pueden resaltar algunos puntos negativos: hay algunos problemas de edición, mal manejo de los tiempos y escenas que no se entendían bien, pero nada grave.
La actuación fue lo que me llamó la atención. Al haber tantos jóvenes juntos y la imposibilidad de traer actores adultos de gran porte, era toda una apuesta saber quiénes serían los protagonistas. Salvo la nefasta actuación de Kaya Scodelario (Teresa), a cuyo personaje se le extrajo la personalidad con un Dementor con respecto al libro, la verdad es que el resto del reparto estuvo muy pero que muy bien. No, estén tranquilos que si van al cine a verla no van a ser testigos de una versión multimillonaria de algo creado por Cris Morena.
«Maze Runner» no va a ser Harry Potter, ni Los Juegos del Hambre ni Crepúsculo. No va a llegar a tanta gente ni va a tener tantos pósters en las habitaciones de los adolescentes de hoy en día. Pero merece que la recuerden, ya que dista de algo meramente comercial y brinda un simple mensaje, el que todos lo que trabajaron en él quisieron demostrar: relatar y llevarle al público una buena historia.