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Desarrollo del dinero: del trueque al dinero metálico

Dinero

A lo largo de la historia se ha utilizado como medio de pago una gran variedad de objetos y bienes que van desde el ganado hasta la sal. Los bienes que hacían de dinero generalmente tenían de valor en sí mismos y constituían lo que se ha denominado dinero-mercancía. El dinero– mercancía es aquel bien que tiene el mismo valor como unidad monetaria que como mercancía. En cualquier caso, la mercadería elegida como dinero debía reunir una serie de cualidades que se pueden concretar en los puntos siguientes:

  • Duradera: la gente no aceptará como dinero algo que sea altamente no durable y se deteriore en poco tiempo.
  • Transportable: si la gente ha de transportar grandes cantidades de dinero, la mercancía utilizada debe tener un valor elevado respecto de su peso, de manera que se pueda transportar con facilidad.
  • Divisible: El bien elegido debe poderse subdividir en pequeñas partes con facilidad sin perdida de valor, de forma que se puedan realizar pagos pequeños.
  • Homogénea: Esta propiedad implica que cualquier unidad del bien en cuestión debe ser exactamente igual a las demás, ya que si no los intercambios serían muy difíciles.
  • De oferta limitada: Cualquier mercancía que no tenga una oferta limitada no tendrá un valor económico.

A la vista de los requisitos que debe reunir una mercancía para ser empleada como dinero no resulta extraño que hayan sido los metales preciosos, oro y plata, los que con más frecuencia se han utilizado como dinero, constituyendo el llamado dinero-metálico (monedas). En términos de durabilidad, transportabilidad y divisibilidad, los metales preciosos presentan claras ventajas respecto de la mayoría de otras mercancías. asimismo inspiran confianza, ya que poseen un elevado valor.

El dinero-papel

En el contexto del mundo occidental el dinero-papel tuvo su origen en la actividad desarrollada por los orfebres y comerciantes de la Edad Media. Estos disponían de cajas de seguridad en las que guardaban sus existencias, que progresivamente fueron ofreciendo al público en general, en un servicio de custodia de metales preciosos y demás objetos de valor. El servicio se basaba en la confianza que merecía el orfebre o comerciante, que simplemente extendía un recibo prometiendo devolver al depositante sus pertenencias al requerimiento de éste.

Cuando efectuaban una transacción importante, los titulares de los depósitos podían retirar, mediante entrega de un recibo, los bienes depositados, o bien transferir directamente un recibo con cargo a dichos bienes. Con el transcurso del tiempo estos recibos fueron emitiéndose al comprador, y las compras y ventas fueron saldándose mediante la simple entrega de un papel que certificaba la deuda privada reconocida por un orfebre que prometía entregar al portador una cantidad determinada de oro. Estos recibos, es decir, este dinero-papel era plenamente convertible en oro.