La tabla periódica es el compañero ideal de cualquiera que intente adentrarse en el mundo de la química, ya sea de manera principiante o avanzada. Al principio es un embrollo y nos damos cuenta que no entendemos ni un sólo número de los que aparecen ahí. Es ahí cuando entra la docencia y, a medida que avanzamos en los conocimientos de la química, vamos comprendiendo cada elemento que lo compone, como el número de oxidación o el radio atómico. Por eso hoy le dedicamos una entrada y hablamos de la historia de la Tabla Periódica.
Al principio, los griegos pensaban que la materia estaba compuesta por agua, tierra, fuego y aire. Finalmente avanzó la historia y la formación de la tabla periódica empezó a ser una realidad. Inicialmente, a los elementos los ordenaron por la masa atómica, y en 1817 el químico Döbereiner descubrió una relación de «tríadas» entre elementos con masa atómica similar, afirmando que poseían propiedades similiares, como la tríada cloro, bromo y yodo. De esta manera pudimos organizarnos un poco mejor con los más o menos 60 elementos que se habían descubierto al momento.
En 1864 Chancourtois y Newlands, un geólogo francés y un químico inglés, anuncian la «Ley de las octavas: las propiedades se repiten cada ocho elementos». Esto no servía más allá de la fila del Calcio, pero ayudó y mucho a organizar y formar la tabla periódica como la conocemos.
Finalmente llegamos al 1869 y entra el químico Ruso Mendeliev, a quién lo conocemos como el creador de la Tabla Periódica. Se dio cuenta que ordenando su tabla por las masas atómica había cierta periodicidad en las propiedades de sus elementos, así que ordenó a los 63 que tenía. Pasa que para hacer esto, y acá estuvo la genialidad del científico, dejó espacios en blanco: era consciente que los 63 elementos que había ordenado no eran todos los que existían en la naturaleza.