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La Santa Inquisición

En nombre de la Iglesia y de cualquier otra religion el mundo ha hecho cosas horrendas, de hecho, de las peores que se pueden catalogar en nuestra historia. Ya hace poquito estuvimos hablando de las Cruzadas, invasiones que realizaban los europeos por orden explicita del Papa para recuperar la Tierra Santa Jerusalén, y en donde muchísimos muertos hubo de saldo. Otra gran mancha en la historia es la Santa Inquisición, que bajo el nombre de Dios cometían torturas horribles y perseguían a los que no pensaban como ellos.

Con el término Inquisición se hace referencia a diversas instituciones creadas con el fin de suprimir la herejía (es decir, pensamiento cuyo fin es oponerse a cualquier ideología de cualquier Iglesia, alguien que no cree) que había en el seno de la Iglesia Católica. Pese a que en Francia se había realizado unos cien años atrás sin frutos, la Inquisión en sí no se constituyó hasta 1231, con los estatutos Excommunicamus del mismísimo Papa Gregorio IX. Con ella el Papa les dio la bendición de la Iglesia a los inquisidores y les permitió el uso de severos castigos. Luego se formó un Tribunal de la Santa Inquisición.

Los inquisidores trabajaban de la siguiente manera: al llegar a un pueblo proclamaban dos edictos: el “edicto de fe», que obligaba a los pueblos a acusar a alguien de sus vecinos de hereje, y el «edicto de gracia» en el que el acusado a hereje tenía entre 15 a 30 días para confesar su crimen y así evitar la pena de muerte, la confiscación de sus pertenencias o la cadena perpetua. De esta maneda conseguían muchos autoacusaciones, pero la justicia llegaba de todas maneras. Pese a las atrocidades que cometió la Inquisición, eran visto como algo bueno por la población en general: eran los encargados de traer la paz a sus tierras católicas. En 4 siglos, aproximadamente 5 mil herejes pasaron por la mano justiciera de la Inquisición.