Para asegurar el correcto funcionamiento de una caldera hay una serie de puntos que deben tenerse presente.
El nivel de agua es el elemento de mayor importancia para la buena marcha y seguridad de la caldera. Siendo muy alto puede ocasionar arrastre de agua por el vapor y siendo muy bajo se corre la posibilidad que de algunas partes de la caldera puedan sufrir recalentamientos peligrosos. Al descender el nivel de agua en la caldera queda expuesta al calor de las llamas o gases elevando la temperatura del metal y disminuyendo su resistencia mecánica. Si el calentamiento de la chapa es excesivo, se produce una gran presión y puede producirse una explosión.
La presión de vapor se controla por medio de manómetros que indican la misma; las calderas están previstas de válvulas de seguridad que la protegen de excesos de presión.
Las calderas deben estar previstas además de válvulas de seguridad de vapor sobrecalentado, de vapor saturado y una en el economizador para asegurar que siempre circule vapor por el sobrecalentador.
La temperatura del vapor es otro dato indispensable que debe regularse y controlarse en caldera provistas de sobrecalentador.
El tiraje indica fundamentalmente la cantidad de aire y gases que circulan por la caldera. Las variaciones en las indicaciones del tiraje detectan modificaciones en los caudales que circulan y también posibles ensuciamientos.
Para completar el monitoreo de la marcha de un caldera, deben analizarse los gases de combustión, a fin de tener una exacta noción de la eficiencia con que se está conduciendo el fuego. Consiste en determinar el porcentaje de dióxido de carbono y oxígeno, sustancias que son una guía precisa sobre el exceso de aire con que la caldera está trabajando. Una forma sencilla de medirlos es con el aparato ORSAT.