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Pesticidas – Insecticidas tradicionales

La sociedad ha utilizado insecticidas desde hace miles y miles de años, para controlar enfermedades trasmitidas por insectos y roedores; como la malaria, la fiebre amarilla y la plaga bubónica. Se utilizan también para controlar insectos como moscas y mosquitos para evitar su molestia.

Otra motivación para el uso de insecticidas es la de prevenir el ataque de insectos en cultivos de alimentos. Incluso con el uso extensivo de pesticidas, alrededor de una tercera parte de los cultivos queda destruido por pestes o por maleza, durante el crecimiento, cosecha o almacenamiento.
Uno de los primeros usos de insecticidas fue la quema de azufre para fumigar casas griegas, alrededor del año 1000 A.C. El uso de dióxido de azufre procedente de la combustión del azufre sólido continuó hasta el siglo XIX. El mismo azufre, en forma de polvo y aerosol, se empleó para combatir el moho en plantas.

Otro fumigante utilizado fue el cianuro de hidrógeno gas. En 1877 se utilizaba para prevenir el daño a especies en museos y pocos años después para el control de insectos en árboles frutales. Este compuesto es muy letal para los seres humanos. Por otro lado, se han utilizado durante centenares de años varios aceites, obtenidos del petróleo o de organismos vivos, como peces y ballenas, como insecticidas y como aerosoles sedantes para matar huevos de insectos.

La utilización de arsénico y de sus compuestos para controlar insectos data del tiempo de los romanos, y fue utilizado por los chinos en el siglo XVI, siendo su aplicación muy amplia al final del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial. Los compuestos de arsénico continuaron siendo muy utilizados como insecticidas durante las décadas de los 30, 40 y hasta comienzo de los 50.

La contraparte, es que lo pesticidas orgánicos e inorgánicos son bastante tóxicos para los seres humanos y para otros mamíferos, especialmente en la dosis necesaria para actuar como pesticidas. Han ocurrido envenenamientos en masa por el uso de fungicidas derivados del mercurio. Además, los metales y semimetales tóxicos como el arsénico habitualmente utilizados como pesticidas, no son biodegradables. Una vez liberados al ambiente permanecen en el agua por tiempo indefinido.

Dada una dosis de cada compuesto (orgánico e inorgánico) suficientemente grande para actuar como pesticida, se observa que las sustancias orgánicas son mucho menos tóxicas que las inorgánicas. Es por esto que se prefieren los pesticidas orgánicos; suma también el hecho de que para estos pesticidas solo se requieren pequeñas cantidades de compuestos orgánicos.