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Por siempre Marilyn

En esta nueva presentación, seguimos con la temática de grandes artistas, hoy presentaremos a Andy Warhol. Multifacético y excéntrico, el rey del Pop Art, se llamaba en realidad Andrew Warhola. Era hijo de inmigrantes eslovacos y nació en 1928 en Pittsburgh, Pensilvania. Desde muy pequeño se sintió atraído por los cómics, la televisión y el cine.  Se inspiro en un símbolo sexual que no pasa de moda.

Era dueña de una belleza que cortaba el aliento y desde las pantallas de cine contagiaba el desasosiego que engendra el deseo de lo inalcanzable. La hermosura de Marilyn Monroe se convirtió en un ícono cultural que superó el escaso término profetizado por la más conocida frase de Andy Warhol, aquella que vaticinaba un futuro donde todo ser humano conseguiría sus quince minutos de fama.

La sensualidad deslumbrante de Marilyn sobrepasó con creces ese breve lapso de celebridad destinado a exhibicionistas y arribistas profesionales.

Una de las primeras pinturas de Warhol realizada en 1962 se basó en una imagen de la pelicula Niágara, protagonizada por la propia Marilyn Monroe en 1953. Pero fueron sus serigrafías de la lata de sopa de tomate Cambell las que devinieron en la referencia más valorada de la carrera de Warhol.

El rostro de Marilyn lo reprodujo en fondos de color rosa, azul y naranja. Se trato de una serie de diez retratos que mostraban la misma cara sobre fondos de distintos colores.

El método de producción en serie de pinturas que impuso Warhol contravino el principio tradicional de generar originales de . La obra Marilyn Monroe en oro es, desde la perspectiva de los estudiosos del arte, uno de los retratos en los que el fondo invoca de manera deliberada los iconos de la iglesia ortodoxa tradicional. Perciben en la pieza, ademas, la intención  de Warhol de utilizar el matiz de símbolo casi religioso que la diva de Hollywood encarnó en el imaginario colectivo.

Diosa sin iglesia pero poseedora de una multitudinaria feligresía, Marilyn trajo al mundo un modelo de belleza que excedió lo hasta entonces conocido y que estuvo condenado desde el pricipio a un tránsito fulgurante pero, para desdicha de sus adoradores, insastifactoriamente breve.