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Química en acción – La saliva y los sabores

¿Cómo funciona un extintor? ¿Por qué el nitrógeno líquido puede achicar un globo inflado? ¿Cómo creamos tinta invisible? ¿Cómo reconocemos un huevo duro de uno crudo? Estos y muchos más misterios de la química y la física se resolverán en esta nueva sección de “Química en acción”. Hoy veremos que sucede con los sabores cuando no tenemos saliva en la boca.

Vamos a necesitar: servilletas de papel y algún alimento sólido y seco (chocolate, pan, caramelos). Sequen sus lenguas con la servilleta de papel hasta sentirla áspera, que no quede saliva. Y coloquen el alimento sobre la misma. ¿Sienten el sabor del alimento?

Seguramente al principio no sintieron el sabor del chocolate y sí, cuando se empezó a generar saliva. Si lo sintieron, puede deberse a una ilusión del alimento al saber que es lo que están comiendo. En ese caso, repitan el experimento con ayuda de un amigo. Sequen la lengua, cierren los ojos y que su amigo les de un alimento sólido y seco que ustedes no vean. ¿Qué pasa en este caso?

 

Ahora bien, ¿a qué se debe que no podamos sentir el sabor? Todos sabemos que la saliva nos permite disolver la comida y tragarla de manera sencilla; pero tiene un tercer objetivo: ayuda a sentir el sabor. La lengua posee receptores químicos especializados en reconocer los sabores, ubicados en las papilas gustativas. Estos receptores son proteínas y como la mayoría de los componentes biológicos requieren de un medio líquido para poder funcionar. Es la saliva entonces la que se encarga de humedecer estos receptores para que podamos sentir el gusto de los alimentos. En nuestro experimento, al secar la lengua los receptores de inhiben y dejamos de sentir el gusto.