Un 8 de abril pero de 2003, los arqueólogos del instituto Nacional de Antropología e historia (INAH) de México, hicieron un descubrimiento asombroso: los restos del Templo del Dios del Viento Quetzalcóatl Ehecatl, ubicados en lo que era el antiguo México.
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Entre estos fósiles lo que hallaron fue una ofrenda, en la cual había ubicado 12 cráneos femeninos, una funeraria y diversas estructuras que correspondían al centro ceremonial de la cultura Acolhua.
Este templo estaba realizado en honor al dios mexica del viento, un elemento que según la mitología precede al de la lluvia, representada por Tláloc. El mismo es uno de los más importantes que se construyeron por esa época -la prehispánica-; según los documentos de los cronistas del siglo XVI, como por ejemplo Bernal Díaz del Castillo, la entrada de este templo tenía forma de las fauces de una víbora, y por ahí accedían los guerreros y sacerdotes.
Este tipo de hallazgos son más que trascendentales, ya que no solo evidencia la antigüedad de la antigüedad de las ciudades de ese entonces, y que hoy en día se encuentran enterradas bajo ciudades actuales, sino que también nos ayudan a entender mejor y comprender el modo de vida de ese entonces, y esa cultura.