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Qué eran los Jardínes Colgantes de Babilonia

Al hablar de las Siete Maravillas del Mundo, podemos distinguir entre las del Mundo Natural y el Mundo Antiguo. Estas últimas fueron seleccionadas en la Antigua Grecia, por Alejandro Magno. Y de una de estas construcciones hablaremos a lo largo de este post: te contaremos qué eran los jardines colgantes de Babilonia, de los que muchos aún dudan de su existencia en alguna época de la historia.

Esa duda sobre la existencia de estos jardines colgantes surge al momento de confeccionarse la lista de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, durante el siglo IV a.C, en Babilonia -que ya se encontraba en ruinas-. Dentro de las teorías surgidas en este contexto, dichos jardines fueron construidos por Nabucodonosor II a modo de obsequio para su esposa.

Acorde a las crónicas que han ido trascendido, los jardines colgantes de Babilonia consistieron en una edificación compuesta de terrazas escalonadas, construidas con grandes piedras que se colocaban sobre la tierra.

Como viajero y discípulo de Ctesibio de Alejandría, el ingeniero Filón de Bizancio (280-220 a.C.), narra cómo eran los jardines de Babilonia ante sus ojos, relatándolo en su obra ‘Siete Maravillas de la Antigüedad’:

Crecen allí los árboles de hoja ancha y palmeras, flores de toda clase y colores, y, en una palabra, todo lo que es más placentero a la vista y más grato a gozar. Se labra el lugar como se hace en las tierras de labor y los cuidados de los renuevos se realizan más o menos como en tierra firme, pero lo arable está por encima de las cabezas de los que andan por las columnas de abajo.

Las conducciones de agua, al venir de las fuentes que están a lo alto, a la derecha, unas corren rectas y en pendientes, otras son impulsadas hacia arriba en caracol, obligadas a subir en espiral por medio de ingeniosas máquinas. Recogidas arriba en sólidos y dilatados estanques, riegan todo el jardín, impregnan hasta lo hondo las raíces de las plantas y conservan húmeda la tierra, por lo que, naturalmente, el césped está siempre verde y las hojas de los árboles que brotan de tiernas ramas se cubren de rocío y se mueven al viento. La raíz, nunca sedienta, absorbe el amor de las aguas que corren por doquier y, vagando bajo tierra en hilos que se entrelazan inextricablemente, asegura un crecimiento constante de los árboles. Es un capricho de arte, lujoso y regio y casi del todo forzado por el trabajo de cultivar plantas suspendidas sobre las cabezas de los espectadores.

Aún así, por la falta de pruebas y testimonios más concluyentes, como herencias arqueológicas, todo pareciera indicar que los jardines colgantes de Babilonia no han sido más que un mito, sólo leyendas. Sólo se conoce sobre sus verdes extensiones por los escritores que se han dedicado a hablar de ellos, dentro de los cuales podemos hallar a Estrabón, Diodoro de Sicilia y Quinto Curcio Rufo.

La desaparición de los jardines colgantes de Babilonia

El dominio del imperio babilónico no llegó muy lejos como se esperaba. No habían pasado 25 años del fallecimiento del rey Nabucodonosor y de la caída de Jerusalén que el gran imperio ya se había desmoronado. La división del mismo iba siendo cada vez más notoria, y las ciudades del sur iban cayendo en secuencia. Y fueron los persas los culpables de esta situación: avanzaban sobre el territorio conquistando todo lo tenían a su alcance. Eso, más la desesperación de los babilónicos por recuperar sus tierras permitió que la conquista sea aún más simple de lo pensado.

Por su lado, Ciro II El Grande estaba al tanto de la situación que se encontraba atravesando Babilonia que no dudó en aprovechar el momento. Al llegar a la ciudad, prometió respetar las riquezas y a la sociedad misma, garantizando la seguridad y el orden del pueblo. Trascurriendo el año 539 a.C, un ejército se presentó en la entrada de Babilonia buscando sacar del trono a Ciro.

La desaparición de los jardines se fue dando con el paso del tiempo y un gigantesco incendio que culminó con ellos. Eso redujo la histórica ciudad a simples ruinas y cenizas antes de la llegada de Alejandro Magno.