El Asma es una enfermedad inflamatoria crónica de las Vías Aéreas Superiores que se caracteriza por episodios de hiperreactividad pulmonar que desencadenan tipicamente broncoespasmo (constricción de los bronquios), aumento de la secreción de moco y engrosamiento de la pared bronquial. Clínicamente la persona afectada va a sentir dificultad para respirar o disnea acompañada de un ruido característico durante la misma que se denomina sibilancias o que «le chifla el pecho».
En la mayoría de los casos el asma es alérgica, es decir que se desencadena una reacción de hipersensibilidad cuando la persona está en contacto con un alergeno en particular como el polen por ejemplo. Además hay otras situaciones que desencadenan los episodios como son el estrés emocional, la actividad física, la exposición a polvos o contaminantes ambientales. Muchas veces los asmáticos también padecen de otras afecciones alérgicas como urticaria o rinitis alérgica.
Pero tener un episodio de broncoespasmo no es criterio de asma. El médico debe hacer un exhaustivo análisis antes de confirmar el diagnóstico. Hay que hacer una prueba de la función respiratoria o espirometría o la medición del flujo de CO mediante un aparato denominado picoflujo. Además se puede hacer la prueba de usar una droga broncodilatadora que si mejora el picoflujo hace el diagnóstico de Asma ya que en esta afección la broncoconstricción es reversible.
La persona que tiene Asma puede hacer su vida igual que cómo la hace un no asmático. Existe medicación adecuada tanto para tratar la inflamación crónica de las vías aéreas así como para los episodios agudos. Además se pueden prevenir los episodios de asma inducidos por ejercicio con los puffs de broncodilatadores, por lo que el asmático tampoco debe privarse de hacer actividad física. Sí es importante evitar la exposición a alergenos que se sabe desencadenan las crisis y, por supuesto, evitar el tabaco y la exposición al frío.