La teoría cinética-molecular permite explicar el comportamiento de gases, sólidos y líquidos, en función del movimiento de las moléculas que los componen.
En el caso de los gases, la distancia entre las moléculas es grande en comparación con las mismas, por lo que se puede suponer que en condiciones normales de presión y temperatura (1 atm y 25°C) no hay interacción entre ellas. Debido a que en los gases hay muchos espacios vacíos (espacios que no están ocupados por moléculas), los gases se pueden comprimir con facilidad y tienen una baja densidad en condiciones normales. Además las fuerzas de interacción débiles, ocasionan que los gases se expandan y puedan ocupar todo el volumen del recipiente que los contenga.
La diferencia principal entre los gases y, los sólidos y los líquidos, es la distancia entre las moléculas. En los líquidos, las moléculas están próximas entre sí (y hay poco espacio vacío), lo que ocasiona una mayor densidad que los gases en condiciones normales y mayor dificultad para comprimirlos. Las moléculas de los líquidos se mantienen unidas por varios tipos de fuerzas de atracción (que se verán en la próxima publicación), por ellos tienen un volumen definido; pero como las moléculas tienen libertad de movimiento, los líquidos pueden fluir, derramarse y adoptar la forma del recipiente que los contiene.
En un sólido, las moléculas prácticamente no tienen libertad de movimiento (solo vibran en posiciones fijas) y permanecen en una posición rígida. Se dice que los sólidos tienen un ordenamiento de largo alcance, ya que sus moléculas están distribuidas en una configuración regular tridimensional. En los sólidos, hay aún menos espacio vacío que en los líquidos, por lo que son casi incompresibles y su forma y volumen están bien definidos. Además, salvo algunas excepciones como el agua, la densidad de una sustancia sólida es mayor que la de su forma líquida.