En química muchas veces es necesario separar una mezcla de sustancias en dos o más productos diferentes; para ello se utilizan los procesos de separación. La separación puede basarse en propiedades químicas, como la densidad o la solubilidad, o en propiedades físicas, como el tamaño de partícula.
Dentro de los procesos de separación físicos (o basados en las propiedades físicas), pueden encontrarse el tamizado, la clasificación, la filtración, la flotación, la sedimentación, la centrifugación y el ciclón. En esta oportunidad se trata el tamizado.
La separación de materiales en fracciones de tamaños diferentes es necesaria para preparar cierto producto para su venta o cuando es necesario utilizarlo en operaciones subsiguientes. Por ejemplo, para la fabricación de hormigón es necesario que la arena y la grava se encuentren en una serie de tamaños para conseguir la mayor resistencia y compacidad.
El tamizado consiste en la separación de una mezcla de partículas de diferentes tamaños en dos o más fracciones, cada una de las cuales estarán formadas por partículas de tamaño más uniforme que la mezcla original. Se realiza haciendo pasar al producto sobre una superficie provista de orificios del tamaño deseado. El aparato puede estar formado por barras fijar o en movimiento, por placas metálicas perforadas o por tejidos metálicos.
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El tamizado puede llevarse adelante en seco, cuando el material a separar tiene poca humedad natural o fue secado con anterioridad; o en húmedo o con adición de agua, cuando se busca que la misma arrastre a través del tamiz a las partículas más finas.
El material que no atraviesa los orificios del tamiz se designa como rechazo y el que lo atraviesa se llama tamizado.
Algunos ejemplos de tamices utilizados en la industria son: los rastrillos, los tamices fijos, los tamices vibratorios, los tamices oscilantes y los tamices rotarios de tambor.